Hace 5 años dejé de escribir en mi blog. Hoy conversando con compañeras de oficina, me decían que ya las personas no somos tan románticas como antes y la pregunta que me llevó al pasado: ¿A ti te gusta la poesía?. No, no me gusta, me fascina, me encanta, la leo y también la escribí (en ese momento recordé mis días de juventud feliz en la que hice taller de poesía en el Celarg con un grupo de personas que me ayudaron mucho en mi aventura con la poesía).
Recordé como la última evaluación de nuestro taller de la mano con Maria Antonieta Flores fue leer poesía frente al público en la librería Macondo con un poeta. Yo leí para ese entonces con Leonardo Padrón. Fue una noche mágica, de conversatorio y tinto. Mis compañeras asombradas me dijeron que era una cajita de sorpresa.
Sorpresa es la que siento ahora que me veo sentada frente al teclado.
A veces pasa que nos distanciamos por completo de una hoja, el silencio a la espera tal vez de lo que decía T.S Eliot en La Música de la Poesía: “Toda revolución en poesía está apta para ser, y a veces para anunciarse como tal, un regreso al lenguaje cotidiano…”
Mi distanciamiento se fue llenando de obstáculos, la fui dejando, fui ocupando otros espacios que posiblemente hoy me han dado una madurez. Estoy nuevamente explorando, acercándome, jugando, borrando, ensayando con la hoja y el lenguaje, hurgando mi conciencia.
Revisando mis c.d donde tengo grabado varias cosas que he escrito me he topado con una serie de cuentos cortos que llamé: "Cuentos Urbanos" en las próximas entregas le colocaré los que más me han gustado. Abajo una muestra: Diviso desde mi balcón roedores en el jardín, son ardillas, ardillas en mi jardín, son grandes, entran y salen de un hueco en la tierra ¿qué extraño?, deberían entrar y salir de un hueco en el árbol, las contemplo, juegan. Paseo mi vista al edificio del frente, hay niños mirándome con binoculares, los señalo, se ríen, se esconden. Una señora en planta baja grita, suelta las bolsas de la basura y sale corriendo le tiene miedo a las ardillas; río. Hay gente contemplando mi jardín, envidiosos, me digo. Baja un señor del edificio, tiene una cabilla en las manos se dirige hacia el jardín, busca en el hueco, mete la cabilla, la mueve de un lado a otro, con fuerza, con rabia, con resignación , no hay nada. Son astutas pensará el, yo también lo hago. Se queda quie...
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