Desplegué mis alas, la sombra en la amarillenta tierra se hacía cada vez más grande a medida que me alejaba. Hacía mucho que estaba pendiente del niño, tenia gran vitalidad sus pies descalzos y ásperos ya tenían una suela gruesa oscura que rozaba la tierra árida cada vez que corría. Arrodillado junto a su madre, sacaban agua con un envase de plástico prácticamente destruido, les servía de recipiente pero era poco lo que podían trasladar hasta sus hogares. Yo merodeaba el lugar, no me acercaba solo veía desde las alturas, me gustaba sentir el viento en cada una de mis plumas, luego bajaba ligeramente hasta una rama del Iroko, árbol poseído por un espíritu ; donde muchas veces veía a sus parientes pasar dejando en sus extensas raíces ofrendas. Hay quienes se acercaban al árbol y salían corriendo del susto, según escuchaban voces que los llevaban a la locura. El Iroko siempre me había ofrecido sus fuertes ramas para yo posarme y puedo decir que a veces sus verdes hojas jug...