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TRES RELATOS FEMENINOS.

Hay una arepa en la plancha de la cocina, es de masa blanca; la señora de mayor edad la toma entre sus manos blancas y gruesas, la voltea. Yo estoy lavando los platos, he dicho que estoy a dieta, soy la más joven, mi cena se reduce a una ensalada de tomates,cebolla y pimientos; la mujer de manos gruesas pide que me acerque a la plancha, ella ve la arepa, tiene en sus relieves marrones tres números 672, ahora llamamos a la mujer menos joven, está en su alcoba, se acerca a la cocina y ve la arepa, con claridad se ve el 672, pero yo veo el 673. Estamos las tres en la cocina, hace calor, Eloisa, la menos joven lo manifiesta con el movimiento de sus manos color canela, dice que le da miedo cuando hace calor; habla del terremoto en Caracas en 1967, Bernardina la de mayor edad lo recuerda; dice que durmió con su pequeño hijo de 3 años y su esposo en la calle, 4 días durmiendo entre la acera y la puerta abierta de la casa; yo todavía no había nacido. Eloisa habla de los chistes que se inventaron después del terremoto, nos aconseja que durmamos con ropa, para que no nos agarre como Dios nos trajo al mundo. En lo particular, comento, duermo sin ropa interior y si llegase a pasar algo, salgo igual, en el camino se liberan las cargas, nos reímos; Bernardina comenta que pondrá en práctica dormir sin ropa interior. La verdad, es más fresco.

Somos tres mujeres en casa; casa es a hogar, lo que lápiz es a escritura. Nosotras estamos en casa, pero no sabemos todavía si tenemos un hogar, apenas nos conocemos no somos familia pero podemos serlo y no es por parentesco sanguíneo. La convivencia es la actividad más ardua del ser humano, así se viva en familia los caracteres no son iguales y así haya molestia entre parientes, al final de la tarde ceden, y cada quien como dice mi padre tiene su manera de matar piojos.

Nuestra casa es grande, amplia, cómoda, tiene tres habitaciones; la primera pertenece a Bernardina, una mujer de origen español, blanca, ojos azules, marcada por una belleza, que por los años se ve en las fotos que adornan toda su habitación. La segunda es la mía, está cerca del baño que comparto con Bernardina, soy blanca, delgada con medidas más que un 90-60-90, parezco a Yayita la novia de Condorito, el de la revistas cómicas; mi habitación es un desastre, libros y ropa por todos lados una cama pequeña y una gran ventana. La ultima habitación es la más grande, tiene baño incluido y pertenece a Eloisa 19 años menos que Bernardina y 34 años más que yo. Tres mujeres en casa, Tres mujeres en sus habitaciones, Tres mujeres con sus recuerdos, tres mujeres con sus culpas...

La segunda vez, que pisó la casa, era para mudarse. Bernardina, me dio los Buenos días y yo se los devolví, no voy a negar que me sentí invadida después de estar 15 días a solas con mi silencio. Traía muchas cajas, la ayudaba un muchacho, ella a pesar de su edad podía con unas cuantas; abrió la puerta de su habitación y colocó las cajas dentro de la habitación, mi vista fue al encuentro del rompecabezas que tenia en la mesa, ella cerró su habitación y salió.
Los días siguientes fueron para mí, como cuando estas en preescolar y tus compañeros de clase empiezan a ver, indagar y preguntar acerca de lo que haces o dejas de hacer, sus ojos azules detallaban cada cosa que hacía, situación que me incomodaba a parte de las conversas que creí alguna vez que no llegaban a su fin.
En las tardes después de merendar, Bernardina se sentaba en la sala y dormida contemplaba la tele. Ella me contó su separación después de 30 años de casada y ya anciana dejó a su consorte en un pequeño pueblo de occidente y se vino a la gran ciudad a ver a sus hijos y a comenzar desde cero. Bernardina tiene un carácter dominante y dicho por ella misma, siempre quiere que se haga lo que ella dice, (eso será con sus hijos), no le gusta que la manden y tampoco que le hagan saber sus errores, lo que no se puede negar de Bernardina es su espíritu joven y a pesar de sus 79 años, salta y brinca como una niña de 15. Ella siempre dice que si volviera a nacer, no se casa, tal vez su esposo no fue lo que ella esperaba de la vida en conjunto, pero, esperar tantos años para separarse?. Un mes después llego Eloisa; una mujer reservada, con unos ojos que más que ver lo necesario vivían de un fresco recuerdo, se le veía triste, hablaba poco y a veces caía por despistada. Una tarde como río desbordado, confesó su desgracia, a sus 60 años se había enamorado como una niña; la verdad la palabra enamorarse para mi es un tilín que no termina de llegar, así que seguí paso a paso su ilusión, realmente estaba enamorada, no había conversación por muy corta que fuese sacaba a relucir algo de su amado, las canciones que alguna vez juntos bailaron o escucharon, se convirtieron en pesares. Con el pasar de los meses la ilusión que solo ella mantenía viva, iba convirtiéndose en guayabo, lloraba por un pasado del cual a veces segada por la ira decía que no esperaba nada o casi nada, su ilusión retornaba entonces como el ave Fénix, cuando llegaba a casa, venia de hablar por teléfono con el dulce amado y su estado anímico en los días siguientes era una carrera en zig-zag. Solo ella y Dios sabían cuan grande era su dolor.
Eloisa al igual que Bernardina tuvo una familia, su esposo es ahora su ex y su hija esta casada. Eloisa y Bernardina a coro dicen que si vuelven a nacer no se casan.

Bernardina.
Soy una mujer que ha adoptado esta tierra como mía, vine aquí después de tres años de noviazgo en España, Eduardo y yo nos casamos por poder. No esta demás decir que nunca me faltó pretendientes, pero el amor no sabe de razones y me enamore a los 32 años, él tenía 20. Vivíamos en Catía, tuvimos una niña la cual murió muy pequeña de neumonía en la Maternidad, le pedí mucho a Dios que me diera otro hijo y al año quede embarazada, un niño llamado Esteban. Mi esposo se dejo convencer por sus familiares para montar un negocio y nos mudamos a los Andes cerca de sus parientes. Un primo de mi esposo quedó viudo y nosotros criamos a su hija.
El negocio consistía en un almacenamiento de leche, no voy a negar que el negocio no era prospero, pero con el tiempo todos comenzaron a meter mano nadie se quería hacer cargo de las deudas y mi esposo no supo administrar el dinero. Mas tarde cuando el negocio de la leche no prosperó, Eduardo y yo montamos una bodega.
Nuestra vida de casados transcurrió entre niños y quehaceres más míos que de él, Eduardo no era un hombre mujeriego pero si era de los que tenia muchos amigotes, y esos amigotes influyeron en él.
Los muchachos crecieron se casaron y se fueron a vivir a Caracas. Eduardo enfermó y le diagnosticaron Diabetes, su dieta era estricta así que yo le cocinaba muy sano; cosa que lo enfurecía ya que mis platos españoles eran un manjar negado a su salud. Con el tiempo se puso obstinado, los detalles se esfumaron con los años y el respeto fue algo que se perdió en nuestra vejez. A mis 75 años, me vine a Caracas, sin él, nuestra despedida se reduce a un solo comentario de mi parte: -viejo, me voy, si algún día me necesitas, llámame, para ver si quiero y puedo venir- él, bajó la cabeza no escuché ningún comentario de su parte. Salí de allí con un pequeño bolso, un dinerito que me habían pagado y las ganas de no volver. Me vine a Caracas me pase unos días en casa de mi hija y luego busqué una habitación. Fue duro alejarme de mi esposo y único amor, pero era lo mejor, no podía seguir en el circulo vicioso de dimes y diretes, insultos y groserías, más sin embargo después que me vine lo ayude económicamente en lo que hizo falta, hasta después de su muerte.
En la habitación que alquilé antes de encontrar esta casa, la dueña fue muy amable, al principio, después, pase a ser algo incomodo en la casa, hasta que tuvimos un inconveniente y decidí buscar habitación.
Aquí en esta casa realmente me siento muy bien, vivimos tres personas, una chica y una señora menor que yo, de ellas solo puedo decir que la joven es extraña, algunas veces me trata cariñosamente y otras veces me trata como lo que soy alguien desconocida para ella, las dos somos arianas pero en nada nos parecemos.
La señora Eloisa es un mar de ánimos, me ha criticado el escándalo que hago en las mañanas, yo no creo que haga escándalos, bueno; soy sorda de un oído, producto de una laberintitis de hace años. El problema con Eloisa, que hasta parece loca, es que una de las paredes de su habitación, es la pared de la cocina, trato de hacer poca bulla, pero caramba a las 6 de la mañana es como para estar despierto, verdad?.



Eloisa.
Me crié con mis tíos, mi tío era estricto, a mis prima y a mi nos enseñó, valores y principios que nunca olvido. Salí de casa a los 19 años, con velo y corona. Yo acompañaba a Alfonso, mi ex-marido, por motivos de trabajo a varias partes de Venezuela, nuestra única hija nació en un pueblito de Oriente, puedo decir que allí pasé grandes momentos de mi vida,lo amé, sin embargo, puedo decir que no hay peor amor que el de la vejez. Nos divorciamos cuando nuestra hija ya estaba grande, no compartíamos habitación, ya no hacia falta estar juntos; cuántas veces lo busque, cuántas veces colocó mi mano cerca de mi cuerpo, cuántas veces me rechazó, lo intente y mucho.
Estoy en esta habitación, que es lo único que tengo por ahora, nuestro apartamento fue vendido, más que por el dinero, por no tener algo que nos atará, mala decisión.
Viví en muchos apartamentos, y ahora estoy en esta habitación, lo que me alcanzan lo reales. Llevo 10 años jubilada, así que no me queda mucho por hacer, más que pensar, en mi situación económica y mi amor por un hombre joven, que me conquistó con su cariño, sus palabras tiernas que hacia mucho tiempo que mis oídos no escuchaban, pero él también esta lejos, no me queda más que pensarlo y recordar esa velada en Aruba, cada canción que escucho en mi cuarto, cada paso bailando, estoy llena de él, sus abrazos, sus caricias, soy una mujer que ha vuelto a encontrar el amor. No hay nada más difícil de superar que la muerte de un ser querido y un lejano amor. Ya viví lo que es estar casada, ya cumplí mi rol en esta sociedad, ya crié. Me ato a este amor, por que es la única ilusión que tengo, lo que me queda, es mío, lo sufro, lo lloro y es mío.
De las inquilinas que viven conmigo, puedo decir que la señora de más edad, quiere dominar todo, quiere mandar, lo que no sabe es que esta muy equivocada, aquí cada una tenemos derecho a todo, y las autoridades las tenemos, claro que si, pero en nuestras habitaciones. Nuestra relación es más de educación que de amistad, con quien si me la llevo bien es con la chica; hablamos bastante, ella con sus enredos amorosos, yo recordando el amor. No quiero ser su madre, pero si de consejos se trata se los puedo dar, siempre y cuando ella me preste atención.





Mariana.
Hace 4 años llegué a la capital, me ofrecieron un empleo y lo tomé, estaba recién graduada en una profesión que todavía no ejerzo, viví con unos familiares, al año me mude, había llegado un hijo de los dueños del apartamento con su familia, y la verdad, fuimos pocos hasta que parió la abuela. Mi experiencia familiar fue agradable, nos turnábamos los quehaceres, mi pariente y yo, fuimos buenas amigas, a ella no le gustaba mis amores, y que de amores complicados, peor que una enredadera.

Me fui a vivir a casa de una amiga, alquilaba camas, más no cuarto, me tocó compartir con dos hermanas, las replicas exactas del flaco y el gordo, pero versión femenina, teníamos el cuarto hecho un desastre; según versiones de la dueña, que sufría de limpieza extrema, lo cierto es que un cuarto para tres, era muy pequeño. Hice gran amistad con la gordita, nos confesábamos en las noches, después de un fuerte día de trabajo y estudios, al igual que mi pariente me decía que mis amores eran muy extraños; estar con un chico del cual no se sabia nada, hasta el fin de semana, era una actitud extraña para ella. Las chicas se reían de mi debilidad por la literatura, algunas veces, yo era la última en apagar la luz, me la pasaba leyendo, por eso me gané el apodo de “come flor”, mientras que ellas, la mayoría de las veces comentaban los capítulos de las novelas preferidas, yo no las veía pero llevaba un secuencia de estas. A veces confabulábamos contra el gobierno de la limpieza, tramábamos todo tipo de artimañas, para cuando se acercará el fin de semana, desaparecer de casa, inventando estudios interminables de 2 días. Otras veces, pedíamos a Dios un viajecito corto para la dueña de la casa ó un dulce consorte, para que así, dejará a un lado su visión acusadora hacía nuestro cuarto. Fue uno de mis mejores años, más sin embargo, había dejado a un lado la escritura, necesitaba espacio para mi y mis libros. Mi hermano, mi dulce hermano, me ayudó en la búsqueda de un nuevo hogar, y fue favorable, pagaría un poco más pero bien valía la pena; tendría mi cuarto, y el desastre que sólo yo conservo en éste, sería solo mío. Las chicas de la residencia anterior, no querían que me mudara sola, la verdad nuestra amistad todavía se conserva y extraño aquellos momentos. La flaca, que era ajena a la literatura y a películas poco comerciales me declaró en estos días su simpatía hacia el arte y las letras, esa influencia, me alegró.



La primera en mudarse a aquella casa, grande y espaciosa, fui yo, mi extrema soledad saciable duró 15 días, hasta que llegó, la que yo pensaba iba a ser una estudiante, me equivoqué y se equivocaron mis estadísticas, una señora, mejor dicho una vieja señora, 79 años, ¡ Dios!, y después Eloisa, y como quien arreglara la cosa, música de los 60, 70 y 80.


He sentido la soledad de estas mujeres, aunque vivimos solas, tenemos familia, lo diferente en esta casa, son las situaciones de cada una, no es fácil cuando se llega a esa edad y las expectativas que algunas vez se tuvo de estar al final del viaje tomadas de la mano con su pareja, viendo la tele o sintiéndose acompañadas en la cama, se desvanezcan.
Sé que el amor se acaba, pero, también sé, que existen métodos para no caer en la rutina, para avivar el amor, lo importante es que los dos quieran, lo importante es no defraudarse. Lo importante es vivir aunque no sepamos por donde comenzar, lo importante es desear lo que tenemos porque no sabemos cuando se nos va de las manos.
Lo importante es amar que estamos vivas, a pesar de nuestras edades, a pesar de nuestros recuerdos.
Aunque nos muevan la fe.
11-02-2005

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