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A mis amigos, los que a veces olvido

Poesia para ti. En el trajin del d í a a d í a, y en una ciudad convulsionada muchas veces recordamos amigos, esos que dejan lecciones en nuestras vidas, buenas y malas y tomamos lo mejor para no hundirnos en el proceso existencial.  Por eso me dedique a escribir dos poesias cortas y especiales. Escribir poesia es un arte y leerla, leerla es mucho màs hermoso, sientase libre, tome una pausa y respire.  Sienta la poesia     A mis amigos, los que a veces olvido. Ayer mientras mi visi ó n se agolpaba a leer las páginas de sucesos recordé a los amigos olvidados. A ellos que por mi habito de creer que siempre están bien y nunca les pasar á nada, no les hago una llamada. Mi desapego es un arma de doble filo que no sé trabajar. Cariño, cariño, cariño Me lo repito a cada rato mientras acaricio   mi cabellera el recuerdo de nuestros cuerpos desnudos invaden la mente mi cuerpo genera un suspiro.
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La paciencia del Buitre

Desplegué mis alas, la sombra en la amarillenta tierra se hacía cada vez más grande a medida que me alejaba. Hacía mucho que estaba pendiente del niño, tenia gran vitalidad sus pies descalzos y ásperos ya tenían una suela gruesa oscura que rozaba la tierra árida cada vez que corría. Arrodillado junto a su madre, sacaban agua con un envase de plástico prácticamente destruido, les servía de recipiente pero era poco lo que podían trasladar hasta sus hogares. Yo merodeaba el lugar, no me acercaba solo veía desde las alturas, me gustaba sentir el viento en cada una de mis plumas, luego bajaba ligeramente hasta una rama del Iroko, árbol poseído por un espíritu ; donde muchas veces veía a sus parientes pasar dejando en sus extensas raíces ofrendas. Hay quienes se acercaban al árbol y salían corriendo del susto, según escuchaban voces que los llevaban a la locura. El Iroko siempre me había ofrecido sus fuertes ramas para yo posarme y  puedo decir que a veces sus verdes hojas jugaban

Apreciada identidad

Soy Carmen Teresa Gómez, una mujer de cabellos rubios, ojos claros y lo más importante, mi nro de cedula termina en 4. Hoy es miércoles,   estoy en la oficina esperando recibir un mensaje que me alegre el día. Son las 11:45 a.m. y tengo todo preparado para ir a almorzar, un sonido vibrante sacude la mesa, mi teléfono. Miro bajo el escritorios, mis zapatos sport grises con rosados están esperándome, me cambio, dejo mis zapatos de tacón. Una ejecutiva con zapatos deportivos; me veo ridícula, eso es lo de menos, pienso. Camino un poco rápido acabo de comer y es mejor que disminuya la marcha. Pasan muchas personas todas cargan una bolsa transparente, que bien, bajo la mirada, hago la radiografía pertinente, shampu, detergente. A Carmen Teresa le va a ir muy bien, me digo. Soy yo, disculpen, Carmen Teresa soy yo. Llego al super, hago mi cola respectiva, repito mentalmente una y otra vez mi nro. de cédula, estas cosas a   veces me ponen nerviosa. Tengo efectivo para comprar lo necesa

Retomando el camino

Hace 5 años dejé de escribir en mi blog. Hoy conversando con compañeras de oficina, me decían que ya las personas no somos tan románticas como antes y la pregunta que me llevó al pasado: ¿A ti te gusta la poesía?. No, no me gusta, me fascina, me encanta, la leo y también la escribí (en ese momento recordé mis días de juventud feliz en la que hice taller de poesía en el Celarg con un grupo de personas que me ayudaron mucho en mi aventura con la poesía). Recordé como la última evaluación de nuestro taller de la mano con Maria Antonieta Flores fue leer poesía frente al público en la librería Macondo con un poeta. Yo leí para ese entonces con Leonardo Padrón. Fue una noche mágica, de conversatorio y tinto. Mis compañeras asombradas me dijeron que era una cajita de sorpresa. Sorpresa es la que siento ahora que me veo sentada frente al teclado. A veces pasa que nos distanciamos por completo de una hoja, el silencio a la espera tal vez de lo que decía T.S Eliot en La Música de

Alexia

Alexia caminaba con una pesada bolsa pagando sus culpas, en la primera que visitamos no aceptaban ese tipo de mercancía, mas yo estaba segura que en la próxima nos la quitarían de las manos, pensábamos pedir una buena cantidad, además estaba casi nuevo, bueno una sola puesta aunque realmente este tipo de prenda se usa una sola vez, ella exageraba al decir que estaba pagando, pero a mi juicio ella ya había pagado demasiado. En la acera llena de peatones, me dio por preguntar por el causante de las culpas, no tenía muchas referencias, pensé que no quería hablar, pero ella misma me dio a entender que era etapa superada. En la segunda tienda después de caminar una pequeña cuesta tampoco aceptaban la mercancía. Nos dieron referencia de una tienda en Sabana Grande, pero de solo imaginar el troper de gente a pleno medio día las ganas de conseguir un dinero extra se estropearon, además no era seguro, sabíamos que alquilaban pero no que compraban. Decidimos regresarnos a la oficina, no sin

Entre dormida y despierta...

No, en el pequeño espacio que esta debajo de la escalera no me puedo esconder, pero, ¿qué hago?, donde me escondo, debajo de la cama es el primer lugar que buscaran, y después debajo de la escalera, ese pequeño hueco, con la piel de la pared enverdecida por el moho, allí no puedo meterme. Debería tener un paralicer, y cuando esos mal nacidos, o ese, abran la puerta de mi habitación, me coloco detrás de esta y suaz!!, le echo el aerosol en los ojos, y empiezo a gritar, a pedir auxilio. Pero, por que no ladraron los perros, no puedo ser la única que escuchó esos tres golpes secos de un arma, fue ensordecedor, creo que fue aquí mismo. ¿Y si están en la casa?, pero, ¡¡¡no escucho a los perros!!!, y yo que me estoy orinando, del susto me quiero hacer encima, no quiero salir, tengo miedo, tengo miedo. Necesito un arma, si, un arma, un bate, debería tener un bate al lado de la cama o debajo de ella, así cuando vuelva escuchar algo como esto, ¡Dios!, pero todo me da vueltas. No escucho más na

TRES RELATOS FEMENINOS.

Hay una arepa en la plancha de la cocina, es de masa blanca; la señora de mayor edad la toma entre sus manos blancas y gruesas, la voltea. Yo estoy lavando los platos, he dicho que estoy a dieta, soy la más joven, mi cena se reduce a una ensalada de tomates,cebolla y pimientos; la mujer de manos gruesas pide que me acerque a la plancha, ella ve la arepa, tiene en sus relieves marrones tres números 672, ahora llamamos a la mujer menos joven, está en su alcoba, se acerca a la cocina y ve la arepa, con claridad se ve el 672, pero yo veo el 673. Estamos las tres en la cocina, hace calor, Eloisa, la menos joven lo manifiesta con el movimiento de sus manos color canela, dice que le da miedo cuando hace calor; habla del terremoto en Caracas en 1967, Bernardina la de mayor edad lo recuerda; dice que durmió con su pequeño hijo de 3 años y su esposo en la calle, 4 días durmiendo entre la acera y la puerta abierta de la casa; yo todavía no había nacido. Eloisa habla de los chistes que se inven